jueves, 17 de noviembre de 2016

EL HEREDERO

Después de un largo paréntesis, nos atrevemos a reiniciar otra historia que, redactada en colectividad por personas infectadas por la escritura, y cada cual con su particular manera, se dirigirá hacia un final apoteósico, simulando a una sinfonía.
No damos más detalles. A leer...


CRISTÓBAL, primero en el turno.

1.El bullicio en Haymarket era desmesurado. Aunque ese ir y venir de gente a esas horas en pleno corazón del distrito de Westminster le producía a Alejandro cierto estrés, aquello le proporcionaba una sensación tan vital para el que difícilmente hallaría en el lugar del que provenía.La estación de metro de Picadilly quedaba a tan solo cien metros de su lugar de trabajo, el Her Majestis Teather donde representaba desde hacía ocho meses una de las obras teatrales más demandadas del West end londinense. Su andadura a la fama no se hizo esperar, poseía un gran don en la interpretación desde muy niño. Motivado, en gran medida, por la devoción a los teatros de su madre, encaminó sus pasos a los estudios en Bellas Artes donde pronto se hizo notar.Alejandro residía en la alejada localidad de Harlow, por lo que cada día tenía que cubrir ese trayecto de varias horas; primero en tren hasta la estación de Victoria para después conectar con dos líneas de metro. Pero aquello no le suponía sacrificio alguno, ya que le proporcionaba tiempo para su otra gran pasión , la lectura. Era conocido por muchos y a veces algún pasajero que le reconocía le intentaba sacar conversación, pero Alejandro, educadamente y casi sin que se notase, siempre sabía hacer para que esa charla durase lo menos posible. Aunque feroz y atrevido en los escenarios, era tímido e introvertido fuera de ellos.Vivía desde hacía tres meses con Megan, una irlandesa afincada en la misma ciudad que él y dedicada también al mundo del espectáculo. Se habían conocido en la edición anual que se celebra en Lacester Square del Westend Live, y tras varias salidas y coincidencias profesionales iniciaron una relación. Aunque ambos dominaban la interpretación, Megan destacaba más en voz y se había establecido y centrado en los musicales, eso hacía que la planta de arriba de la vivienda que compartían estuviese destinada a los ensayos de ella. Hoy no tenía función, por tanto aprovecharía la ausencia de Alejandro para practicar esas notas graves que exigía la obra que representaba actualmente.Alejandro llegó a la calle lateral del teatro por donde entraban los actores y el personal que trabajaba en la obra. Faltaba aún hora y media para que la gran cortina del inmenso escenario subiese; el trabajo de maquillaje y peluquería era minucioso y requería su tiempo...-Muchacho, cualquier día de estos te quedas aquí a vivir -le saludó uno de los técnicos.-Pues no será porque tú no llevas aquí más tiempo que yo.-Bueno, lo mío son los enchufes y procurar que esas lámparas estroboscopias que os iluminan no fallen, ya sabes, cuando llegáis las estrellas no queréis mosca que os moleste. Aún queda un rato para que vengan los maquilladores y yo tengo diez minutos hasta que el técnico de luminotecnia dé con el problema de ese dichoso foco que ayer dio tanta lata. ¿Qué tal si echamos esa birrita pendiente y me cuentas aquello que te trae tan inquieto sobre tu familia y el pueblo ese donde naciste?2.La tarde venía gris, el campo empezaba a oscurecerse bajo un manto de nubes descendidas desde el sur. Joaquín acababa de abrir la puerta de su casa y Mercedes volvía del patio tapándose el cuello con un fular por el frío aire que empezaba a arreciar.-Anda, que la noche promete, Joaquín. Espero que no sea como la del año pasado que llegaba el agua al sardiné.-¿Ha llamado?-No, si no lo hace mañana, ya le llamaré yo; deja de preocuparte.-Tendría que habérselo dicho hace años, tarde o temprano se iba a terminar enterando, ¿ves?, esto no iba a durar toda la vida.Abrió la puerta de la alacena y sacó un vaso. Mercedes le acercó la botella de vino que estaba en la mesa. Mirando al marco, con la foto antigua de una anciana que presidía la entradita hacia la sala de estar, tomó un sorbo.

SARA, segunda en el turno

…Y Ana se mantenía en silencio, era una chica inteligente, joven, guapa, con unos enormes ojos verdes y delicada de salud, sin apartar sus sentidos de Londres esperaba día tras día las gratas noticias de Alejandro a través de su madre, los separaban algo más que agua y kilómetros, ella decidió quedarse en un pueblo de la campiña Sevillana, Fuentes de Andalucía, el cual la vio nacer, donde afianzo aun más sus raíces e intentaba mantenerse a flote a duras penas y con ayuda familiar, por lo que en silencio sufría el triunfo de Alejandro, puesto que dicho triunfo multiplicaba la distancia entre ellos. Ella hizo prometer a toda la familia que jamás hablarían de la existencia de Manuel, que ya a sus seis años crecía feliz sin la figura de su padre, pero sin duda rodeado del amor incondicional de su madre y de sus abuelos paternos, los cuales eran conscientes del poco apego que Alejandro tenia a la familia y mucho menos a Ana y que a medida que aumentaba su fama, disminuía el deseo de volver al pueblo. El parecido del pequeño a su madre era asombroso aunque todos los que conocían a Alejandro encontraban alguna de sus cualidades en Manuel, que si tiene sus ojos verdes, que si tiene su tez clara, que si es delgadito, que si su sonrisa es clavaíta, pero sin duda la dulzura era de Ana.Ana sufría mucho cuando al saber de su único y gran amor, comenzado en su adolescencia con apenas catorce años, aparecía siempre el nombre de Megan, nunca conseguía controlar sus lágrimas y la sensación de ser cada día más pequeña e invisible para él, la golpeaba fuertemente en el pecho y a veces se preguntaba si su sacrificio algún día tendría recompensa o de lo contrario Megan calaría cada vez más el corazón de Alejandro, ello la llevaba a extremos de locura.Pero a pesar de todo le hablaba a Manuel de su padre con mucho cariño, inventaba grandes historias donde los protagonistas eran el y su padre, lo describía como el hombre más bueno, guapo, luchador y perfecto del mundo, un verdadero triunfador y ejemplo a seguir, deseoso de poder volver al pueblo para poderlo abrazar.Día tras día, la abuela de Manuel y madre de Alejandro, Mercedes, muy chapada a la antigua e involucrada en cada uno de los problema que sorteaba y superaba esta incansable chica, le recordaba que no era necesario tanto sacrificio, puesto que su hijo en ninguna de las conversaciones telefónicas que mantenía con él, preguntaba por Ana y si Mercedes intentaba recordarla en algunas de sus cortas conferencias, Alejandro rápidamente ignoraba el detalle y pasaba a la despedida inminente o como mucho preguntaba por su Abuela Carmen, fallecida hace tres años, grave detalle que el ignoraba debido a su extremo interés en poder cobrar una suntuosa herencia.Alejandro a pesar de su triunfo como actor en Londres, le costaba llegar a final de mes pues no dejaba de coquetear con alguna que otra adicción y la herencia de su abuela paterna, seria la solución para saldar alguna que otra trampa adquirida por su mal hacer.Carmen, una estupenda mujer pero con mucho carácter, antes de morir decidió cambiar su voluntad, ya que se marchó de este mundo cabreada por los hechos, pero sin duda, amando a su nieto encantador que la hacia participe desde muy pequeño de su ansiado sueño y solía soñar despierto con ella haciendo que la anciana esbozara su mejor sonrisa.